Hoy pensé en ti en todo momento.
Con la misma precisión con la que cierro los ojos,
percibo el aroma de tu perfume,
el ruido con el que cierras la puerta y te quitas los zapatos.
Esa manera tuya de renunciar a las cosas de afuera
para encerrarte en ti mismo, en una habitación del caos.
Ya nada existe más allá de mí
que este yo que se deteriora con el tiempo,
y quiero que me perdones por no ser libre a cada instante
como algún día lo intentamos
Este rincón de la nostalgia en el que me detengo
para darle un sentido a mi respiración:
intento llenarme,
estoy vacía y creo que es lo correcto.
No poseer significado alguno.
Apenas el diafragma que se infla y se desata,
un cuerpo minúsculo arrojado a la atmósfera,
incapaz de percibir su trayectoria,
yendo hacia atrás como flotando entre lo vivo.
Puedes confiar en que intentamos ser sensatos
sobre el dolor que no sentimos
porque lo hemos convertido en algo más agradable como la risa,
contar los días de la semana,
o sostener el último Pall Mall azul
que solías fumar a las tres de la tarde y a las cinco.
Creo, dentro de mi angustia,
que este ritual del humo
me lleva a consagrarte,
a pedirte que me abras un camino entre la niebla,
a negociar contigo que no seas una ventana hacia todo lo que mengua,
sino una secuencia para inventar el día sin derrumbes
aunque esto me lleve depender de ti
aunque no haya tenido suerte en nombrar la ausencia,
aunque no haya podido persuadirla.
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